Mi último mail provocó muchas reacciones.
Varias personas me pidieron el contacto del reformista.
Otros me preguntaron si tenía reformistas de confianza en la provincia X (no, solo en Madrid).
Y algunos haters aburridos tuvieron su minuto de gloria:
Que si intrusismo profesional
Que si tenía dos manos izquierdas
En resumen, que qué cojones hacía yo hablando de reformas.
Mira.
Te voy a contar todo lo que mis dos manos izquierdas y yo hemos hecho hasta ahora.
Atento.
Cuando trabajaba en una inmobiliaria por cuenta ajena llegó a la oficina un cliente encabronado.
Decía que enseñando su piso nos habiamos cargado un panel japonés y exigía que lo arreglásemos.
Por si no lo sabes, un panel japonés es una especie de estor dividido en varias partes (paneles, de ahí su nombre) que se mueven horizontalmente.
El problema de este panel era que el carril iba enganchado con tacos al techo y uno de los tacos se había descolgado.
No por falta de cuidado nuestro, sino porque quien lo instaló hizo el agujero mas grande de lo que debía y el taco se salía.
Mi jefe de aquel entonces, en vez de mandar al cliente a la mierda, que es lo que hubiera hecho un buen jefe, le dijo que se lo arreglaría.
Ya en el compromiso, en lugar de arreglarlo él o contratar a alguien para hacerlo, que es lo que hubiera hecho un jefe aceptable, nos enchufó el marrón a un compañero valenciano y a mi.
Total, que fui al piso, miré el destrozo y tracé un plan infalible:
Rellenar el hueco con silicona, meter el taco, hacer fuerza hasta que la silicona se secase, y olvidarme del panel hasta el fin de los tiempos.
Me hice con una escalera y una pistola con un tubo de silicona a estrenar.
Y me puse al lío.
El valenciano miraba desde abajo con atención al espectáculo que estaba por venir.
Abrí el tubo y empecé a apretarlo con la pistola.
Como la silicona tardaba en salir, seguí apretando y apretando hasta que empezó a fluir el preciado líquido.
Total, que rellené el agujero.
El agujero y algo más, porque el chorro de silicona ya no había dios que lo parase.
Viendo la que se estaba liando y que iba a ser peor el remedio que la enfermedad, actué rápido.
Le dije al valenciano que abriese la ventana.
Obedeció.
Y acto seguido tiré la pistola a la calle.
Si piensas que soy un criminal en potencia no te asustes, el piso era un bajo que daba al interior de una urbanización cerrada.
Estaba todo controlado y no había riesgo de matar a nadie.
En fin, que recogimos todo y trazamos un plan B:
Enganchar los carriles al techo con velcro de doble cara.
Cliente satisfecho.
Nosotros más.
Ahora que ha quedado claro que no tengo ni puta idea de hacia que lado se apreta un tornillo ni quiero saberlo, te diré algo más.
Eso no es importante.
Lo importante es que he visto cientos de pisos reformados.
Y mucha gente, tras la reforma, se arrepiente de haber hecho ciertas cosas y no haber hecho otras.
Todos sienten que han tirado mucha pasta a la basura.
Y que han perdido mucho tiempo, que también es pasta.
Mira.
Si has comprado como inversión, se lo que tienes que hacer para que los inquilinos valoren la reforma mientras maximizas la rentabilidad.
Sé en que debes invertir y en lo que no.
Sé que materiales debes usar y cuales no.
Sé qué plazos son aceptables y que plazos no lo son.
Y de todo este conocimiento se aprovechan mis mejores clientes.
¿Vas a hacer una reforma en Madrid?
Antes de liarla, habla conmigo.