En el último podcast de El Bar Inmobiliario solté algunas de mis perlas.
Y se ha liado.
Podría hacer como todo el mundo, ser políticamente correcto y hablar sin decir nada para no herir susceptibilidades, pero no es mi estilo.
Yo hablo claro.
Y cuando hablas claro, pasan estas cosas.
¿Qué fue lo que dije?
Esto dije:
No se puede ser inversor y miserable a la vez.
O eres inversor.
O eres miserable.
Pero las dos cosas a la vez, no.
Y como hay mucha gente que todavía no lo entiende, voy a explicar bien la diferencia entre un inversor y un miserable.
El inversor basicamente se dedica a estudiar proyectos, evaluar riesgos y calcular rentabilidades.
Si el plan de negocio le sale positivo, invierte.
Si sale negativo, se queda fuera.
Y como el inversor sabe que el plan de negocio y la realidad nunca van de la mano, lo que hace es plantearse diferentes escenarios que también incluyen un plan de salida.
Luego, con los resultados en la mano, verá si se ha equivocado o ha acertado.
Pero siempre, asumiendo que la responsabilidad es suya.
Esto es un inversor.
En cambio, un miserable no es asi.
Cuando el miserable mete la pasta en un proyecto, las cosas tienen que ir según sus previsiones, nunca por debajo.
Si ve que los números o los riesgos no son los previstos, empieza a ponerse nervioso.
Y entonces empieza a hacer cosas raras.
Como, por ejemplo, decirle a los inquilinos que tienen que pagarle puntualmente porque el pago de la hipoteca depende de que ellos le paguen el alquiler.
No.
Tus cuentas son tuyas.
Tus deudas son tuyas.
No de tus inquilinos.
Los inquilinos tienen que pagar el alquiler unicamente porque estan viviendo en tu casa y hay un contrato firmado.
Es de muy mal gusto traspasar tus problemas a tus inquilinos y ni siquiera se debe utilizar esto como “herramienta de persuasión”.
A menos que quieras mostrarte como un ser miserable y cargarte la relación de cordialidad que tan beneficiosa es a la hora de alquilar.
Lo dicho:
La tertulia de El Bar Inmobiliario que no deja títere con cabeza