Hay gente que piensa que solo sé vender pisos.
Y tienen razón.
Pero aunque solo sepa vender pisos, tambien me empeño en hacer otras cosas que no se hacer, como por ejemplo jugar al fútbol.
Y es que a estas alturas todavía sigo arrastrandome por los terrenos de juego cada domingo, perdiendo la poca dignidad que haya podido adquirir el resto de la semana.
El caso es que este año vino a mi equipo un jugón.
Un disfrutólogo.
El último hedonista.
Uno que se caga en el club de las 5AM, en el estoicismo y en la dieta keto.
Uno que cada dia desayuna ostras con champán.
Y que además también vende pisos como si no hubiera un mañana.
La única diferencia entre él y yo es que él lo hace entre Ibiza (la isla) y el Barrio de Salamanca, zonas en las que a mi me tienen prohibida la entrada.
Como te puedes imaginar, congeniamos de puta madre.
Dentro del campo yo le surto de balones y él se hincha a meter goles. Y fuera de los terrenos de juego nos vamos complementando bien.
Él ha descubierto los placeres de Carabanchel y yo puedo pasear por la calle Serrano sin que salten las alarmas.
Nos hemos puesto a trabajar juntos en la venta de edificios, hoteles, deuda y otros activos interesantes.
Y tambien grabamos tertulias.
Como esta en la que en media hora le damos un repaso brutal al mundo inmobiliario, detallando el funcionamiento de mercados que poca gente conoce y explicando las diferencias entre cada zona.
Una charla apasionante y entretenida que no te puedes perder.
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