Nunca asisto a las juntas de mi comunidad.
Entre que me da pereza máxima y que nunca me vienen bien, siempre paso de ir.
Sin embargo, sí voy a las juntas de aquellos clientes que viven fuera de Madrid y les gestiono las propiedades.
Ojo, no a todas.
Solo cuando se va a tratar algún tema de especial relevancia, por ejemplo instalaciones de ascensor, obras importantes y cualquier tema que implique derramas considerables.
El caso es que el año pasado me tocó ir a una de estas.
Tocarme, me tocó ir a varias, pero me refiero a una en concreto.
Era un edificio de los años 80 en zona humilde que tenia importantes problemas de fachada: Grietas, filtraciones, ya sabes…
Entonces se convocó una junta extraordinaria para votar si se arreglaba la fachada y se instalaba un SATE.
A la reunión, aparte de los vecinos y el administrador, también vino un comercial que explicó con todo lujo de detalles qué era el SATE, qué ventajas tenía, que tipos había, cuál sugería instalar… y por cuanto salía la gracia.
La intervención del comercial me recordó al capítulo de los Simpsons y el monorail.
Si lo has visto, te puedes hacer una idea del espectáculo. Si no lo has visto, en youtube lo tienes.
La única diferencia es que en lugar de acabar todos cantando al unísono, aquello acabó como el rosario de la aurora.
Te lo cuento.
La broma se llamaba 250.000€.
En el edificio eran unos 30 vecinos, por lo que venian a tocar a 8.000€ por vecino, que podian pagarlo a tocateja o financiarlo a 10 años con cuotas de 90 €/mes.
Mientras la mayoría de los vecinos normales decían que si, los ancianos y su mentalidad de postguerra, decían que no.
Que preferían que el edificio se cayese a cachos antes que gastarse un duro en arreglarlo.
Total, que el SATE se aprobó y los jubilados empezaron a rabiar.
Y cuando uno del otro bando les respondió, afloraron viejas rencillas, reproches e insultos… y llegaron a las manos.
Les separamos rápido y no hubo que lamentar víctimas.
La vaina es que el otro día convocaron otra reunión para definir el inicio de las obras y para que cada vecino confirmase la forma de pago elegida.
Aunque me hubiera gustado asistir, mas por el morbo que por otra cosa, no era necesario.
Asi que le dije al propietario que escribiese al administrador para decirle cómo queria pagar su parte… y a correr.
Así lo hizo.
Y ayer me mandó un correo del administrador con un archivo adjunto.
¿Era el acta?
No.
Mejor aún.
Era su carta de dimisión.
Esta carta:
Tiene pinta de que esta vez hubo hostias como panes y no se libró ni el apuntador. Nunca mejor dicho.
Me descojono.
No se tú, pero yo es la primera vez que veo a un administrador dimitir… El mundo se va a la mierda.
Y cuando todo se va a la mierda, es una suerte tener a mano a tu agente inmobiliario de confianza y saber que siempre puedes contar él.
Hasta el día del juicio final.